El espíritu gobierna la materia y no al revés. Con la ayuda de nuestros pensamientos, creamos nuestra propia realidad, creamos/cambiamos nuestras propias vidas y por esta razón podemos tomar nuestro destino en nuestras propias manos. En este contexto, nuestros pensamientos están incluso estrechamente relacionados con nuestro cuerpo físico, cambiando su entorno celular e influyendo en su sistema inmunológico. En última instancia, nuestra presencia material es sólo producto de nuestra propia imaginación mental. Eres lo que piensas, aquello de lo que estás completamente convencido, lo que corresponde a tus creencias, ideas e ideales internos. En este sentido, tu cuerpo es sólo el resultado de tu forma de vida, que se basa en tus pensamientos. De la misma manera, las enfermedades nacen primero en el espectro mental de una persona.
El debilitamiento de nuestro sistema inmunológico
Aquí también nos gusta hablar de conflictos internos, es decir, problemas mentales, viejos traumas, heridas emocionales abiertas que tienen sus raíces en nuestro subconsciente y llegan repetidamente a nuestra conciencia diaria. Mientras estos pensamientos negativos estén presentes/programados en el subconsciente, más tiempo tendrán estos pensamientos una influencia negativa en nuestra propia constitución física. En este sentido, cada persona también tiene su propio nivel de vibración (un cuerpo energético/sutil, que a su vez vibra en una frecuencia correspondiente). Este nivel de vibración es, en última instancia, crucial para nuestra propia salud mental y emocional. Cuanto más alto sea nuestro propio nivel de vibración, más positivo tendrá esto para nuestra salud. Cuanto menor sea la frecuencia con la que vibra nuestro estado de conciencia, peor estaremos. Los pensamientos positivos elevan nuestro propio nivel vibratorio, el resultado es que nos sentimos con más energía, tenemos más vitalidad, nos sentimos más ligeros y, sobre todo, creamos pensamientos más positivos: la energía siempre atrae energía de la misma intensidad (ley de resonancia). En consecuencia, los pensamientos que están “cargados” de emociones/información positivas atraen otros pensamientos cargados positivamente. Los pensamientos negativos a su vez reducen nuestra propia frecuencia vibratoria. El resultado es que nos sentimos peor, tenemos menos alegría en la vida, experimentamos estados de ánimo depresivos y, en general, tenemos menos confianza en nosotros mismos. Esta reducción de nuestra propia frecuencia vibratoria, la sensación permanente de nuestro propio desequilibrio interior, conduce a largo plazo a una sobrecarga de nuestro propio cuerpo sutil.
¡¡Cuanto más negativo sea nuestro propio espectro mental, más probabilidades habrá de que las enfermedades prosperen en nuestro propio cuerpo...!!
Se generan impurezas energéticas que a su vez se transmiten a nuestro cuerpo físico (nuestros chakras se ralentizan durante el giro y ya no pueden suministrar suficiente energía a la zona física correspondiente). El cuerpo físico tiene entonces que compensar la contaminación y para ello utiliza mucha energía, lo que debilita nuestro sistema inmunológico y deteriora el entorno celular, lo que a su vez favorece el desarrollo de enfermedades.
Toda enfermedad siempre surge primero en nuestra conciencia. Por este motivo, alinear nuestro propio estado de conciencia es fundamental. Sólo un estado de conciencia orientado positivamente puede evitar la contaminación energética a largo plazo..!!
Por esta razón, las enfermedades siempre surgen en nuestra conciencia; concretamente, incluso nacen en un estado de conciencia orientado negativamente, un estado de conciencia que, por un lado, está constantemente en resonancia con la carencia y, por otro, se enfrenta constantemente a lo viejo. , conflictos no resueltos. Por esta razón, los humanos somos capaces incluso de curarnos a nosotros mismos por completo. Los poderes de autocuración permanecen latentes en cada ser humano, los cuales a su vez sólo pueden activarse cuando comenzamos a realinear completamente nuestro propio estado de conciencia. Un estado de conciencia del que emerge una realidad positiva. Un estado de conciencia que resuena con abundancia, más que con carencia.